La dieta de los europeos se vuelve ‘verde’: nuevos desafíos de la industria alimentaria
Las cifras hablan por sí solas: apenas el 50 % de los ciudadanos europeos señalan que comen regularmente carne y productos lácteos, frente a un 30 % que se identifica como flexitariano (con un consumo puntual u ocasional de estos) y casi un 15 % que dice seguir una dieta vegetariana estricta o vegana.
Las razones más habituales para pasarse a una alimentación verde son la preocupación por el medio ambiente, la salud y la inquietud por el bienestar animal.
Frutas, verduras y hortalizas, cereales, legumbres y frutos secos constituyen, obviamente, las principales fuentes de proteínas vegetales. Pero además de su manipulación y consumo en crudo, también pueden ser transformadas industrialmente para obtener sustitutivos de carne, pescado, marisco o productos lácteos.
En los supermercados y tiendas, tradicionalmente hemos encontrado vegetales congelados, conservas de vegetales y de hortalizas, legumbres en bote, almíbares de frutas, zumos y néctares. A ellos, hace años, se unieron las bebidas vegetales, elaboradas a partir de arroz, avena, almendra, soja, etc. Y en los últimos tiempos, además de salsas, purés o hummus con un origen exclusivamente veggie, están surgiendo alternativas análogas –productos que imitan a la carne– de hamburguesas, albóndigas, nuggets…
A la hora de buscar alternativas, el consumidor da mucha importancia al sabor, la textura y el aspecto. Y entre los productos más apetecibles, se decanta por esos análogos de vacuno, pollo o cerdo.
En términos comerciales, en España, los productos estrella son las bebidas vegetales: suponen un 70 % de la facturación. Sin embargo, en países como Reino Unido y Alemania, destacan los sustitutivos cárnicos, que representan un 50 % de las ventas.